Mi niño no dibuja ni escribe, tampoco lo intenta. Coge el lápiz, hace una raya y con eso es suficiente. Entonces le obligo a hacer sus cuadernos de caligrafía, a unir puntos, a crear formas. Se concentra, se esmera, pone interés y después vuelve corriendo a su lado de la orilla, adonde quiera que él vive, adonde no puedo acompañarle.
¿A dónde vas a ir mi niño con el corazón tan blanco y el alma tan rubia?
Si por lo menos tuvieses espinas.
Como el Principito, eres puro y vienes de una estrella, no comprendes a las personas grandes, no mides el peligro, no te dejas interrogar y jamás olvidas una pregunta una vez que la hayas formulado.
Mi principito.
Que viajas por los planetas y buscas tu puesta de sol. Yo te dibujaré una armadura, con espada y escudo.
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